viernes, 6 de julio de 2012

EVOCACION

EVOCACION

Asomaban pestañeando
desde húmedas cavernas
erguidos finalmente
sobre patas tambaleantes
blandiendo el garrote
inarticulados
bramaban
graznaban
devoraban carne muerta
fornicaban
los antepasados míos
y los del rey de España.

EN LA MONTAÑA

EN LA MONTAÑA

Aún a pleno sol
está la certidumbre
del atardecer que acecha,
la hora en qu el laco se convierte
en piedra dura,
el bosque acalladose cobija en la montaña
y los filos amenazan con desgarrar el cielo.

Desconcertado, el corazón pregunta.
Y desde lejos llega
la voz del poeta:
‘Espera, corazón, espera, espera en calma:
muy pronto, también descansarás! 

EL HOMBRE QUE LLORA

    EL HOMBRE QUE LLORA
                       Mucho se habla de este misterioso personaje
    que vive en el Hospital Principal. Mi abuela ha decidido
     llevarme a verlo porque la fama del hombre que llora es
     muy grande y a veces concede ciertos favores. Mientras
     vamos por los corredores las enfermera, como bultos
     grises y blancos, cuchichean a nuestro paso.
-         Van a ver al hombre que llora – dice una
      monja a la otra.
                               Yo camino agarrándome fuertemente de la
      pollera de mi abuela. Tengo ganas de ver al famoso
      hombre, pero también tengo miedo y me aguanto las
      ganas de llorar.
                                El pasillo es largísimo, me parece que
      Ha pasado una eternidad cuando finalmente llegamos a la
      Puerta que dice: HOMBRE QUE LLORA.
                                 Mi abuela toca tres veces con su bastón
       a la puerta y una voz aguda nos invita a pasar. Junto a la
       ventana, un viejito sentado en una silla hamaca, se seca
        la cara con un gran pañuelo colorado. La silla está rodeada
        de palanganas llenas de agua de lágrimas. El hombre nos
        mira fijamente y dice:
-         ¿Ustedes quieren verme llorar?
-         Si, por favor, dice mi abuela, es necesario
         que el niño sepa que los hombres también lloran.
                                                               
                                                                                                                                                
  

               

Ciruelas

CIRUELAS                              Viena, Austria, 1929
                                                  
     Algo me hace cosquillas en la nariz. Quiere decir               
Que estoy despierta. Abro los ojos ¡qué lindo sol!
Pero enseguida el corazón da un respingo – mamá no
esta a mi lado en la cama grande que compartimos
Desde que papá se fue. Mi hermano está durmiendo
y el bebé también duerme en su cuna. Me levanto de
salto y corro hasta la puerta: veo a mamá en la cocina,
de espaldas hacia mí, junto a la mesa. Está amasando.
Tiene puesto su vestido de calle y las trenzas ya arma-
das en rodete. Ahora se da vuelta:
-  Hola, dormilona – me dice con una gran sonrisa,
 hace rato que te estoy esperando. Los enanos ya tomaron
 tomaron, no se van a despertar por ahora.
        Me muestra sus manos enharinadas hasta los codos
 explica.
-         Ya preparé la masa. Vanos a hacer buñuelos
  de ciruela. Qué te parece?
                No me acuerdo de cómo son esos buñuelos,                                                    
    compra.
            En cambio, como si fuese ayer, veo claramente
     como, ya de vuelta en casa, abrimos la bolsa de   PA
     pel madera, volcamos las ciruelas azules  en un cola-
     dor,  las enjuagamos bajo la canilla. Mamá me va
      explicando que las va a cortar de un costado y yo
      tendré que sacar los carozos y reemplazarlos   con
      terrones de azúcar. Estamos contentísimas,  nos en-
       canta cocinar.
              Pero en cuanto ha cortado la primera ciruela,
      me la muestra con vara dedisgusto.
-         ¿Qué pasa?
-         ¿Cómo ¿qué pasa? ¿No ves los gusanos?
-         ¿No tienen que estar?
       Mamá se agarra la cabeza.
-         ¡ Vas a cumplir cinco años y hacés preguntas
                  tan tontas                           
         -.    ¿ No se pueden comer?
         -     ¿ Acaso no te dan asco?
         -     No. No son tan feos.  
         -     Nena, ¿qué va a ser de vos cuando seas grande?
         Solo los animales comen gusanos.
       A medida que va cortando las frutas, mamá está cada
        vez más enojada. Finalmente, con gesto decidido,
        junta todas en un repasador.
-      Esto es una infamia. Vamos, no voy e tolerar seme-
jante engaño.
Nunca la he visto tan enojada. Sus ojos negros parecem
Echar fuego y me agarra bruscamente del brazo.
Prácticamente me arrastra los cinco pisos abajo y
hasta el mercado.
Ahí está la campesina que nos vendió las ciruelas.
Mamá se las muestra, protestando.
Bajo la pañoleta negra, la cara redonda de la mujer
Es un enorme tomate con un agujero negro en el
Medio, su boca desdentada. Del agujero sale, a voz
En cuello, un torrente de maldiciones. No entiendo
Su dialecto y desconozco las palabrotas. Qué querrá
Decir  ¡judías de mierda!.. Petrificadas bajo la avalancha                                       l
De odio, no atinamos a reaccionar.    Alrededor   de
De nosotras se ha sormado un grupo de persona:
Oigo sus risas y de pronto empiezan a llovernos toda
Clase de objetos, frutas, verduras podridas. Entonces
Echamos a correr y no pramos hasa llegar a la casa.
Subimos jadeando todas esas escaleras, desesperadas
Por refugiarnos en nuestra pieza, en nuesrea cocina.
        El bebé está llorando. Mamá  lo alza  mientras
Se quita febrilmente el vestigo manchado. Yo levanto
A mi otro hermano y también me desvisto. Nos mete-
Mos todos juntos en la cama. Nos abrazamos bajo el
Edredón y por fin nos ponemos a llorar.